No tenemos que hacer nada para conseguir el amor, como el pez
no tiene que esforzarse para respirar el oxigeno del agua. Yo puedo impedir que
el amor entre a mi vida, y que florezca desde mi interior. Nosotros somos hijos
del amor, nuestra esencia es el amor. Si yo no soy capaz de dar amor, nadie me
podrá dar amor. El que no tiene amor en su interior, y lo esta buscando en las
personas y cosas, nunca podrá encontrarlo. El que ofrece migajas de amor,
migajas y sobras de amor conseguirá. El que mendiga amor, limosnas recibirá. El
que sigue esperando que el amor toque las puertas de su vida, se cansará de
esperar.
El que deposite toda la responsabilidad en una persona para
obtener amor y felicidad, estará en la cuerda floja, en un castillo de arena
que en cualquier momento se podrá
derrumbar. Si alguien busca amor y
en su interior no hay ni una
pizca de amor, no tendrá nada para atraerlo, solo encontrará corazones
igualmente marchitos, aplicando el dicho que dice: “Dios los hace y ellos se
juntan“
Yo soy la fuente del amor, yo soy el panal de miel que
desborda amor. Hay tanto amor en mí, que es un placer compartirlo con todo el
mundo, hasta convertirme en el mismísimo amor. Llegando a mi vida mariposas, colibrís, ruiseñores, y todo tipo
de aves igualmente amorosas y maravillosas para compartir miel de amor, de un
amor sagrado y sublime, tan puro que solo los corazones fieles al amor podrán
gravitar en lo más alto de las frecuencias de lo divino. Y de esta manera
solamente los corazones divinos se podrán fundir en un solo latido por la
eternidad, dejando fuera a los demás corazones
para que se hieran, engañen, destruyan, finjan amor, mendiguen migajas de amor.
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