Había una vez una caravana de viajeros
con su respectivo camello que viajaba a través del desierto, y al llegar el atardecer tenían
que hacer un alto, y prepararse para
pernoctar esa noche. Eran muchos los viajeros y cada uno era responsable de su
propio camello; su labor era levantar su
propia tienda de campaña para pasar la noche, pero antes tenían que enterrar una estaca en la arena para
amarrar a su camello, para que no
saliera huyendo durante la noche. Pero
resulta que un viajero no contaba con la estaca ni tampoco con la cuerda para
sujetar a su camello, entonces tuvo que pedir auxilio al guía y dueño de los
camellos, éste le dijo que los
camellos son tan nobles y también un
poco tontos:
-Has como si estuvieras clavando
una estaca en la arena, después has como si estuvieras amarrando al cuello del camello la cuerda, y al último
como si la sujetaras a la estaca.
Verás que cuando amanezca, el camello
seguirá en el mismo lugar aunque haya una tormenta de arena.
Y al día siguiente efectivamente el camello no
se había movido de su lugar. Todo mundo empezó a levantar sus tiendas, y
alistarse a continuar su camino, todo mundo menos un camello que no quería caminar,
y efectivamente era el camello que se le había amarrado a una estaca
imaginaria, entonces el guía recomendó a su jinete, que simulara como si
estuviera sacando la estaca de la arena y que desatara al camello, para que
este entendiera que ya podía continuar su camino.
Cuantos de nosotros estamos
anclados por un tipo de amarre imaginario, ILUSORIO, aterrorizados por
perdernos en un desierto, sinónimo de sequias, de desamparo, de hambre
e infortunio.
Las estacas o anclas con
creencias limitantes que se sembraron en nuestra mente tiempo atrás, y ahora
viven aferradas como una única verdad, son las que nos atan a los apegos, a una
madre, a una pareja, a un trabajo, a una relación conflictiva, a una actividad
o substancia tóxica y adictiva, en donde nos aterra que nos suelten las amarras
y que nos den la liberación; nos
llenamos de pánico ante la libertad de pensar por nosotros mismos, valernos por
nosotros mismos.
La dependencia de los hijos hacia los padres,
que les cortaron las alas para poder volar, les robaron su autonomía, Hijos consentidos o maltratados, sin consejos, sin buenos ejemplos, sin darles
la oportunidad de que tomaran sus propias decisiones, que afrontaran sus riesgos
y consecuencias, ahora viven temerosos enfrentándose a los fracasos de sus
vidas, atados a un trabajo infructuoso, atados a un matrimonio conflictivo, a un
esposo golpeador, a una madre posesiva y castradora, arrinconados sin encontrar
una salida a su situación, viviendo de la única manera que les permite su pobre
mentalidad, sin fe, sin esperanzas, ni ilusiones,
ni sueños.
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