Slider

miércoles, 29 de abril de 2015

CARTA DE UN PADRE FUMADOR

Fue demasiado tarde, mi cuerpo se esfumó con el humo con olor a muerte; mis pulmones calcinados, mis venas secas sin sangre e impregnadas de  miles de químicos tóxicos que envenenaron mi voluntad, hasta caer en una adicción desenfrenada. Los receptores de mis células piden a gritos sacar uno más de la cajetilla, mientras mis glándulas dejaron de producir naturalmente sus hormonas que promueven  felicidad, bienestar y  salud;  ya no era yo, era como un viejo automóvil encendido que daba lástima por sus miles de fallas mecánicas y  que despedía grandes cantidades humo tóxico por todos lados, alejando a  la gente  porque en mis manos cargaba un arma encendida, mortífera, química, capaz de envenenar cualquier habitación  de almas inocentes.

El ardor que sentía en todo mi cuerpo  durante  mis últimos momentos de vida, fue como estar en las calderas del infierno y sentir cómo mis órganos se consumían lentamente. Mi sistema respiratorio ya no distingue el aroma de la flor, el perfume del  jazmín,  todo es nicotina.
Mi aparato cardiovascular aumentó las contracciones cardiacas, redujo mis vasos sanguíneos aumentando mi presión arterial. Mi vista nublada por el humo, mi vejiga irritada hasta ya no poder. Millones de neuronas muertas, millones intoxicadas, mis pulmones en ruinas, mi boca negra como la de un traga- fuegos, mi laringe carbonizada, mi estómago una verdadera fosa común de órganos inservibles, mi piel seca, mis dientes amarillos, mi mal aliento, mis tumores son la ganancia de mi nulo amor por mí,  solo quedan nubes blancas con olor a cáncer.
Cada vez que utilizaba un encendedor, el fuego destructor encendía mi sistema nervioso envenenado por tantas toxinas, ya no se  estimulaba  con ninguna otra cosa que no fuera  la nicotina y el alquitrán. Antes de dormir, al despertar, antes de comer, después de comer, aquí, allá, a cualquier hora,  estando solo, estando acompañado, contento, enojado  y hoy en mis últimas fumadas de mi vida, me veo envuelto sobre mí mismo  con humo blanco que yo exhalé , y mi cuerpo está rodeado de millones de esporas,  rémoras, o sanguijuelas, son un tipo de animales invisibles a nuestros ojos, que atraemos y que se alimentan del  aroma que despedimos al fumar, nos absorben los ánimos, nos absorben  la salud,  la vida, atrayendo a bichos raros y ahuyentando a seres buenos.

Perdón hijos  míos, esposa mía, padres míos , hermanos míos, por el envenenamiento que yo también les ocasioné; me duele más el hecho de dejarlos a todos, que el dolor que me causan mis pulmones hechos cenizas, mi garganta calcinada por el  negro fuego del cáncer;  les dejo una nube gris de malolientes recuerdos. Cuántas veces mis hijos me pidieron para un helado, para ir al cine y no les di nada, prefiriendo comprar una cajetilla más  de cigarros.

Cuántas veces mis hijos, mi esposa, mis amigos huían de mí por mi mal olor a cigarro, cuando yo los quería abrazar y besar,  los únicos que me abrazaban era mi soledad y mi nube toxica con  olor a muerte.

Cuántos muebles, cuantas camisas y  aparatos eché a perder por mis descuidos. Si tan solo hubiera hecho caso a mis seres queridos que dejara ese veneno,  estaría hoy disfrutando a toda mi familia.
No culpen a los médicos que no me pudieron salvar, no culpen a Dios ni a mis amigos de vicio, no se culpen a ustedes mismos  por no insistir con mayor fuerza para que yo dejara este vicio; tampoco culpen al maldito cigarro, fui yo mismo el que no tuvo el suficiente valor para apagar el fuego que me consumía.

Les pido perdón por el dolor que les causé toda la vida y sobre todo  éstos últimos meses que me acompañaron en esta lenta agonía que todos vivimos y que  ustedes sufrieron más por pedir un milagro que era imposible;  nunca me imaginé estar consumido en un cenicero tétrico y que mis seres queridos me vieran en este estado tan  deplorable.
Por favor perdónenme, espero que esta carta sea un mensaje a toda esa gente que no escucha a su cuerpo cuando se está quemando por dentro.


F I N.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario