La leyenda que contó el abuelo cuando todavía éramos niños, se quedó
grabado en la mente de todos los que en su momento la escuchamos por primera vez, y hasta el día de hoy se sigue contando a las
nuevas generaciones de niños.
“Después de que el gran guerrero ocupó
grandes extensiones de tierra para su tribu, decidió conquistar también su paz.
Cuando pensó que ya había concluido su misión de vida, salió a conquistar su
alma y su mente, acompañado por su caballo con el que ganó muchas batallas, y
su perro quien lo esperaba fielmente cuando se iba al campo de batalla, y
juntos contemplaban las noches estrelladas. Un día salieron los tres para
encontrar al gran Jefe Dios, al único Dios creador de todo lo existente, caminaron
por bosques, desiertos, subieron
montañas, cruzaron ríos, fueron años de búsqueda, y cada vez que despertaban en
lugares hermosos, atardeceres mágicos, creían que estaban más cerca de Dios,
porque sus viajes eran toda una aventura de dicha y felicidad.
Todos sus
momentos eran placenteros porque sabían que iban por el camino correcto, pero
una noche ya no despertaron sus cuerpos, y nunca se dieron cuenta en qué momento
cruzaron el gran cañón que separa el cielo de la tierra, mientras sus almas seguían
buscando el paraíso donde encontrarían a
sus seres queridos que se habían adelantado al encuentro con el gran Jefe Dios.
Y sin darse cuenta los tres ya viajaban más ligeros, sin hambre, ni sed, sin
cansancio, simplemente flotaban entre
los campos floridos, atravesaban nubes y tocaban estrellas, hasta que encontraron
un lugar muy hermoso con un letrero en la entrada que decía “Bienvenidos
al paraíso, prohibida la entrada a animales”. Era un camino tapizado de piedras preciosas y montes de objetos de oro; a las orillas, se escuchaba
música y algarabía, a lo lejos se veía una gran fiesta en donde muchos comían y
bebían, quiso entrar para buscar a sus seres queridos, pero no le permitieron
entrar con sus amigos de viaje, así que
prefirió seguir su camino.
Mas adelante encontró otra entrada que decía “Bienvenidos al cielo”, y al entrar
inmediatamente salieron a su encuentro muchos de sus familiares con los que había
convivido. Ya después de muchos abrazos
de bienvenida el gran Abuelo preguntó,
qué era ese lugar tan hermoso de
abundancia que se hacía llamar “El
Paraíso”, y le contestaron que en verdad era el infierno, que los que entraban
ahí, ya nunca salían, eran personas de carácter débil, que preferían la riqueza
material, personas que no vivieron con amor en la tierra y ahora tampoco había
quien los esperara con amor en el cielo, pero el verdadero paraíso es donde se encontraban,
porque había paz y libertad, ya no existían los problemas, el dolor, la
enfermedad, solamente amor formando una sola familia en compañía de seres
celestiales y en la presencia del Gran Jefe Dios.
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