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martes, 24 de marzo de 2015

EXISTE ESPERANZA

Esta oportunidad de estar en la cancha de juego  no se puede desaprovechar, es el encuentro del siglo enfrentándose los Inadaptados-Conformistas, contra los Pensadores-Optimistas. Este juego dura toda una vida, el reloj comienza  a correr cuando el balón empieza a rodar, y mientras el reloj de sus corazones no se detenga, seguirán en el encuentro con las posibilidades de seguir jugado, todos tienen la oportunidad de anotar para llevarse el triunfo, algunos correrán sin sentido, sin vida, solo esperando el final para irse a descansar a la banca con su ramo de flores.  Otros podrían ser expulsados del juego por su mal comportamiento, sacándolos del juego de la vida, para pagar sus faltas, y no tendrían otra oportunidad hasta el siguiente torneo o hasta su siguiente rencarnación.   El cronómetro no se ha detenido aún, el reloj de arena reclama grano por grano, día por día formando la  montaña de experiencias y logros acumulados que los  lleven a lo más alto  de la cumbre que el hombre pueda alcanzar y tocar las campanas de la gloria.

El tiempo corre en el campo de juego, los minutos son compañeros de juego que nos incitan a continuar, las horas son los contrarios que no perdonan las  faltas ni las oportunidades desperdiciadas y no vividas. El balón sigue corriendo, la camiseta mojada por el gran amor a los colores del  equipo de mi vida se aferra a mí;  del dolor se extrae más energía, el cansancio desaparece retomando nuevos aires para continuar la batalla hasta el final, mientras existan minutos en el reloj todo puede pasar.
Mi espíritu ganador despierta la fuerza colosal que no conoce el dolor ni  el cansancio,  pero se sabe de memoria la fe para realizar lo imposible, como mover montañas que se pongan en el camino. Mientras el tiempo de la vida no se detenga, el juego continúa. Existen  posibilidades de anotar y salir con la victoria. Hay gente que se da por vencida  aún  antes de comenzar la carrera o se cansa y pierde toda esperanza a mitad del encuentro, esperando el final sin pena ni gloria.
El triunfo no siempre es del más fuerte o del más grande y corpulento, es del hombre con carácter, del que persevera con entusiasmo y confianza, que se distingue por su determinación,  del que va contra las mareas y terremotos, se congratula por sus logros, son almas que hacen que la historia sea memorable, almas que serán reconocidas y  siempre tendrán un lugar especial en el pódium al ser coronados por sus propios méritos y virtudes.
No hay derrotas mientras exista tiempo y vida;  hay experiencias convertidas en gritos de guerra por continuar con una fuerza redoblada,  porque el hombre nació para ser un Dios y trascender, alcanzar cualquier cumbre tan alta como sus sueños, siempre tendrá la fuerza colosal de las montañas para correr tres kilómetros más y no temer al más fuerte, no temer al fracaso o al ridículo porque trabaja con humildad y confianza en sí  mismo.

Existen fuerzas interiores en nuestro ser, un gigante, un héroe que a medida que encuentra fracasos y obstáculos, se hace más fuerte, invencible e inteligente, tomando las enseñanzas de los errores pasados;  no le gusta perder, pero acepta sus derrotas y las convierte en experiencias para nuevos encuentros.

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