Nicolás era un excéntrico
millonario que había heredado la abundante fortuna de sus abuelos, personas que
sacrificaron sus vidas para crear de la nada, un imperio de empresas que esclavizaron sus
cuerpos y almas. Por muchos años trabajaron largas jornadas de más de diecisiete horas al día, esforzándose con un solo fin, que era el de acumular
riquezas sin saber exactamente para qué. Después de algunos años, ambos abuelos murieron
no muy grandes por una enfermedad y sin saber
cuanta riqueza habían acumulado. Su fortuna no pudo aliviar el sufrimiento de
dolores intensos a causa de su
enfermedad, hasta que la vida les cobro
cada moneda que les había hecho ganar, por no dejar fluir lo que ya tenían
acumulado, debiendo compartir sus
riquezas con los más necesitados, porque
hay que dar para recibir, hay que recibir para dar; si el universo nos da luz, oxigeno, energía, agua, alimento, sol,
miles de alegrías, paisajes, padres, hijos, amores, ¿nosotros que damos?
Pasaron los años y un día Nicolás
perdió
a sus padres en un accidente, quedándose al frente de un grupo de empresas firmemente prósperas, y con gente de confianza
que manejaba las finanzas de todos los negocios. Una parte de su vida estaba
completamente resuelta, ya que ningún
día de su vida tendría que preocuparse por el dinero, pero la otra parte estaba completamente vacía, desecha, no le quedaba ningún familiar cercano que le
brindara comprensión, cariño y apoyo. Nicolás estaba entre muchos dilemas
existenciales, no le encontraba ningún
sentido a la vida, tenía el dinero suficiente para comprar casas, coches,
viajes, y todo lo que pudiera imaginarse para tener momentos de felicidad, pero
eran momentos pasajeros, escurridizos
que se desvanecían en la soledad de su
habitación por las noches. Tuvo que caer
en una fuerte depresión de varios meses para que un día decidiera soltar sus lamentos e ir en busca de la verdad hasta el último rincón de la tierra.
Un día se dispuso a dejar su vida de lujos y glamur, para
embarcarse hacia una vida de austeridad y silencio, tratando de encontrar su alma que había
perdido en algún lugar del tiempo. Pero en su interior seguían surgiendo las
mismas preguntas sin respuesta: ¿A dónde se habían ido sus seres queridos?,
¿Cuál era el sentido de la vida?, ¿Dónde podía encontrar la verdad? Y fue
cuando decidió emprender un largo viaje por tierras del viejo oriente en busca
de maestros espirituales para encontrar el propósito y destino a su vida.
Por fin había encontrado el
Gurú que le diría donde encontrar la verdad de todas las cosas, y el maestro al
conocer su procedencia, su antigua vida, y las razones por las cuales se
interesaba en encontrar respuestas a
sus dilemas, aceptó ayudarlo sin esperar nada a cambio. Pero el maestro le puso algunas condiciones al alumno, lo pondría a prueba para saber si
realmente sería capaz de cambiar su mentalidad capitalista, por una vida de
austeridad y humildad que vive un asceta. El maestro le advirtió a Nicolás,
que cada vez que criticara, juzgara, condenara, odiara, golpeara, o buscara
venganza, se sometería a un castigo con valor
de un 10% de su fortuna, que regalaría a gente necesitada.
Primeramente harían un viaje a
pueblos lejanos para encontrar la verdad de las cosas, los dos se prepararon
para iniciar un largo viaje donde atravesarían acantilados, ríos, montañas
hasta llegar a los pueblos humildes muy apartados de la civilización, pero
antes tenían que acudir a la cárcel de la ciudad para visitar a un reo muy
peligroso que había asesinado a toda su familia, y recoger una carta muy importante. El maestro pidió a
Nicolás que lo acompaña a conocer al reo, y así fue como Nicolás conoció al
hombre y la terrible historia del condenado. Después de una pequeña
conversación el reo pidió al maestro que entregara a sus padres, una carta que les había escrito; después salieron del lugar.
-Nicolás: Ese hombre es un
asesino que no merece vivir, sería mejor que lo condenaran a cadena perpetua pero a trabajos forzados, para que sintiera el dolor que causo.
-Maestro: Esto que has dicho te
costará algunos millones que regalaras a
personas necesitadas, porque has juzgado y condenado sin conocer la verdad.
El primer día de su viaje
caminaron un par de horas hasta llegar a un pequeño pueblo, en donde su
principal fuente de trabajo era la pesca. El maestro pidió prestada una pequeña
lancha a unos antiguos amigos muy pobres, para cruzar el gran rio que tenía más
de un kilómetro de ancho para continuar su camino. Los lugareños prestaron una
pequeña lancha vieja que utilizaban para pescar, con la condición que la regresaran lo más pronto posible. Pero
al llegar a la otra orilla del rio, el maestro empezó a perforar la lancha
hasta hundirla, ya no habría forma de regresar.
-Nicolás: Maestro eso que usted
acaba de hacer es monstruoso, la vieja lancha era la única herramienta de
trabajo de esas personas pobres, y ahora como vamos a regresar.
-Maestro: Esta será tu
segunda donación del diez por ciento de tu fortuna.
Ya estando del otro lado del
rio continuaron su camino, y más adelante encontraron a dos asaltantes que al
ver al maestro y a Nicolás, les robaron sus pertenencias. Pero Nicolás puso
resistencia y golpeó a uno de los asaltantes, lo que ocasionó que los dos malhechores atacaran a Nicolás,
quitándole lo poco que traía.
-Nicolás: Maestro porque se
quedó con los brazos cruzados, sin intervenir.
-Maestro: Esta será tu
tercera donación del diez por ciento de tu fortuna a gente pobre.
Después de haber perdido el poco alimento que
traían caminaron hasta el atardecer al siguiente poblado. Sin agua y con hambre
tocaron varias pertas para perder agua y alimento, pero todas las personas al
ver a un pobre maestro y un joven todo revolcado por una golpiza, tenían miedo
de prestarles ayuda.
-Nicolás: No puede ser que esa
gente tan miserable, no se compadezca de dos caminantes.
-Maestro: Estos serán tu cuarta
donación del diez por ciento de tu fortuna a gente pobre.
Caminaron hasta las afuera el
pueblo y encontraron una pequeña choza muy humilde, cuyos habitantes les abrieron las puertas, ofreciéndoles agua, comida y un lugar donde pasar la noche.
Ya en la plática los dueños de la pequeña casita advirtieron a los visitantes
que tuvieran cuidado porque había muchos malhechores que estaban asaltando las
casas del pueblo, y se presumía que eran personas del otro lado de la montaña.
Ya al amanecer continuaron su
camino, para lo cual tenían que subir una montaña, que al final terminaba en un
gran cañón, en donde existía un puente colgadizo que unía a los dos pueblos más
cercanos. Y al atravesar el puente, el maestro empezó a cortar los lazos que
soportaban el andamio hasta que el puente cayo al precipicio destruyéndose por completo.
-Nicolás: Que ha hecho usted,
era el camino más rápido de mucha gente.
-Maestro: Esta será tu
quinta donación del diez por ciento de tu fortuna a gente pobre.
Continuaron su camino y después
de varios kilómetros llegaron por fin a su destino que era el pueblo donde
supuestamente salían los delincuentes que aterrorizaban a los pueblos cercanos,
realmente era un pueblo mucho más pobre de los que habían conocido, en su
mayoría eran agricultores pero las sequias actuales estaban haciendo pasar
apuros a sus habitantes. Años atrás trabajaban
las minas que eran propiedad de caciques que explotaban a trabajos forzados a
la mayoría de los varones
fuertes. En ese tiempo existieron muchos accidentes y muertes inexplicables de
gente que se rehusaba a trabajar para los dueños de las minas.
Tuvieron que visitar varias
casas hasta encontrar a los padres del preso y entregarle la carta que llevaban.
Al llegar encontraron a una pareja de ancianos muy pobres que vivían
muy tristemente por las condiciones
precarias. Fueron muy bien recibidos, le proporcionaron, agua y alimento.
Después los ancianos pidieron al maestro les leyera la carta de su hijo, porque
la edad avanzada ya no les permitía leer:
“Mis amados padres: Les pido perdón por la pena que les causé, y quiero que
sepan que también los perdono porque de pequeño nunca recibí muestras de
cariño, y a los pocos años me mandaron a trabajar a las minas. Trabaje por más de veinte años en las obscuras minas,
hasta que un día enfermo me uní a un grupo de compañeros que pedíamos mejores
condiciones de trabajo, y como yo era el que organizaba una huelga, me
tendieron una trampa los mismos dueños de la mina, matando a mi familia y encarcelándome.
En ese momento todos callaron
al saber la verdad, los ancianos se abrazaron y unieron su llanto. Nicolás se arrepintió de haber juzgado
al hijo preso, en ese momento el maestro se levantó y salió de la pequeña casa,
mientras Nicolás prometía ayuda a los ancianos como a su hijo. Poco tiempo
después se despidieron al ver cumplida la misión del maestro.
-Maestro: Aquí termina mi
misión con mi amigo preso y contigo mi querido Nicolás.
-Nicolás: Maestro, estoy más
confundido que antes, y usted no me ha enseñado nada, en ningún momento me ha
dicho donde podré encontrar la verdad.
-Maestro: Nadie tiene la verdad
absoluta, y no la vas encontrar nunca allá fuera, en las cosas, ni en las
personas. Para los ancianos su hijo era inocente, para ti era culpable. Yo
destruí el puente para que los ladrones de este pueblo no azotaran a sus
vecinos y tú me juzgaste como un loco. Los asaltantes que nos quitaron nuestras
pertenencias posiblemente también habían sido trabajadores de las minas, que de
pequeños no tuvieron una infancia y fueron vendidos como esclavos para trabajar
en las minas, y ahora de mayores se dedican a asaltar porque en estas sequias
no se puede sembrar la tierra. La verdad de estas personas es que la vida es
injusta y tienen que buscar la forma de sobrevivir, y tu verdad es que son unos
malhechores que necesitan ser golpeados y encarcelados. Y por último yo destruí
la lancha de unos jóvenes conformistas que trabajaban en la pesca con su pobre lancha vieja a punto de
hundirse. Esa lancha era todo un peligro en las condiciones tan precarias en las que
se encontraba. Ahora los pescadores tendrán que buscar la forma de remplazarla,
son jóvenes y fuertes, y por la necesidad, estoy seguro que encontraran mejores
oportunidades. Y tú me juzgaste y me
condenaste, esa era tu verdad, y la mía era otra. La única verdad que quieres
encontrar esta en ti, está en tu corazón, deja de buscar y escucha tus
corazonadas, escucha a tu intuición, y lo que te haga sentir bien, y sabrás qué es
lo correcto; tus decisiones no van a
perjudicar a nadie, por el contrario, te
beneficiarán a ti y a los demás,
entonces esa es la verdad.
-Nicolás: Ya entendí, ahora mi
verdad es no juzgar ni calificar a la gente. Dejaré de criticar y hacer juicios
porque cada quien está viviendo sus propia realidad desde su propio punto de
vista, con sus respectivos problemas. Y mi corazón me está diciendo que tengo
que ayudar a esta pobre gente de alguna forma. ¿Pero dígame maestro como vamos
a regresar?
F I N.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario