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jueves, 21 de agosto de 2014

UN NIÑO HECHO HOMBRE


Carlitos  era un niño de cinco años sin los prejuicios de los adultos y sin entender la difícil actitud de los adultos. Su padre los había abandonado; solo recordaba  las constantes discusiones en tonos altos, los azotones  de las puertas, y cómo  rompían los platos en la cocina  y hasta los vidrios de las ventanas.
Carlitos ahorraba cualquier moneda que llegaba a sus pequeñas  manos, los  domingos de sus tíos y las monedas que su madre le daba en ocasiones para comprar golosinas a la hora del recreo.
Intercambiaba sus canicas y algunos juguetes con sus amigos,  por unas cuantas monedas; a sus escasos seis  años no tenía el conocimiento del valor real de las cosas, lo importante era reunir todo el dinero que le fuera posible.


Su propósito verdadero y sincero era comprar un collar de perlas que se vendía en la joyería de la esquina. En alguna ocasión entraron a dicha  tienda y su madre no quitaba la mirada del collar,  y Carlitos como en muchas ocasiones,  reconoció  el sentimiento que estaba experimentando su madre. Siempre estuvieron conectados,  desde el primer instante de su concepción. Un día después de una de tantas peleas entre sus padres, se dio cuenta que su papá nunca quiso que naciera Carlitos y que su madre fue la que luchó porque viniera al mundo sin importarle las consecuencias, todos los sentimientos que experimentó  durante los nueve meses de su gestación Carlitos los percibió, no sabía cómo se llamaban, pero sabía distinguir los momentos buenos y malos que estaba pasando su madre, sentía  cuando estaba alegre o triste, porque no solo existe el cordón umbilical que los une, sino que su madre compartió sus células, su sangre, y en su sangre corrían  nutrientes químicos llamados péptidos, que son información que  las hormonas llevan a  las emociones externas, hacia el  interior de todo el cuerpo, reconociendo  en todo momento, el sentimiento de amor de  su madre, y el desamor de su padre.

Por tal  razón su ilusión era reunir el dinero suficiente  para comprarle el collar a su madre, ya que desde que su padre los abandonó,   la escuchaba llorar todas las noches, y quería llevarle un poco de alegría.

Al cabo de un año, Carlitos había guardado  todas las monedas en un frasco que para él era todo el dinero del mundo.  Una tarde  salió muy feliz a comprar el collar a su madre.
Llegó con el joyero y sacando el frasco lleno de monedas, lo vació en el mostrador, algunas cayeron rodando por el suelo.
 Su mirada reflejaba una enorme emoción e ilusión y sonriendo dijo al joyero:- ¡Quiero comprarle ese collar a mi mamá,   ¡será su cumpleaños ¡
- ¿Quién te dio tanto dinero?
- Yo lo junté con mis ahorros de todo un año.
- Ese collar es muy caro, y con este dinero que tienes,  no te alcanza.
 Su mirada de ilusión se tornó en tristeza y con lágrimas rodando por sus mejillas expresó: Yo  lo quiero para mi mamá que llora todas las noches, desde que mi padre nos abandonó.
En ese momento enmudeció el joyero y recordó que vivió  una situación de conflicto con su propia esposa y estudiaba la forma de decirle que quería la separación, pero se lo  impedía  el amor y ternura que sentía por sus pequeños hijos.
Carlitos le dio una gran lección de vida, el abandono o separación no sería la solución a su problema, sus hijos no debían  pagar por sus errores.
 Entonces el joyero tomó el collar lo envolvió en una pequeña caja de regalo y se lo dio al niño, quien  salió corriendo dándole las gracias con una enorme sonrisa, que fue el pago más grande que el joyero recibió en toda su vida.

Carlitos  había salido sin que su mamá se diera cuenta, regresó y esperó el momento preciso en que su mamá estuviera desocupada de sus quehaceres:
-¡Mamá  te compré un regalo porque te quiero mucho y no quiero que sigas triste ¡
La madre tomó la pequeña caja de regalo, la abrió y sin sacar el collar, recordó que era el mismo que había visto en la joyería y que era muy costoso.
-¿Dime de donde lo sacaste? ¿Quién te lo dio? ¡No me mientas!  ¡Esto no está bien¡
Lo sacudía por los hombros queriendo una respuesta inmediata.
-No te enojes mamacita, yo lo compré con mis ahorros.
-Inmediatamente iremos con el señor de la joyería para que lo devuelvas.
Salieron de la casa en ese momento; la madre muy furiosa llevaba en una mano la caja de regalo con el collar y con la otra jalando al pobre Carlitos como si fuera un prisionero.
-Le vengo a regresar este collar, y dígame si es cierto lo que me contó mi hijo, no quiero pensar que se lo robó.
-Sí señora, yo se lo vendí,   su hijo no es ningún ladrón, sino todo lo contrario, es todo un hombre como no hay muchos, él la ama tanto que quiere verla feliz, no lo regañe, no vaya a ser que cuando sea grande se convierta en un hombre como su padre.



F I N.

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