La tormenta
había cesado su furia por un momento, al parecer el pueblo estaba en el centro
del huracán; los pronósticos del meteorológico fueron asertivos, pues esa noche el huracán tocaría tierra y toda la
gente del pueblo tendría que refugiarse en lo alto de la colina, donde se había
construido un albergue para eventos extraordinarios. Un par de horas bastaron
para inundar todo el pueblo. La corriente eléctrica se suspendió así como todo
tipo de comunicación telefónica. Pasaba la media noche y seguía cayendo una ligera llovizna; la
obscuridad en las calles era total y absoluta, hasta las sombras temblaban de
miedo cuando se irrumpía su densidad negra por los relámpagos que cruzaban los
cielos. Mucha gente del pueblo y su alrededor
había tomado sus debidas precauciones, y se dirigieron al refugio, antes que volviera la lluvia torrencial.
En el
hotel del pueblo se había quedado gente
extranjera que no conocía los peligros, no sabían que a pocos kilómetros del pueblo había una presa que ya
rebasaba la capacidad permitida, y que existía la probabilidad que se
desbordara, provocando una catástrofe
mayor para toda la gente que hubiera permanecido en el pueblo.
Eran más de
veinte los extranjeros que se habían
quedado varados en el hotel, más el personal
del mismo hotel. Toda la gente estaba desesperada, era un caos en el
hotel sin luz, con algunas ventanas rotas, el agua había entrado a algunas
habitaciones, únicamente se alumbraban con
una lámpara de aceite. Hombres, mujeres y niños estaban completamente
aterrados por el panorama de peligro que estaban viviendo.
- ¿Que vamos
hacer? se preguntaba la mayoría de los
extranjeros, mientras el personal de seguridad intentaba tranquilizarlos.
-Tenemos que
aprovechar estos momentos en que se
detuvo la tempestad, para dirigirnos al refugio que se encuentra en la colina,
ya sé que es muy peligroso, pero si nos quedamos en este lugar, no hay muchas
posibilidades de sobrevivir.
-Pero no se ha
dado cuenta que la obscuridad es total, no se ve nada, además de la neblina y la llovizna sería igual de
peligroso.
-Si es muy
peligroso, ninguno de nosotros sabría por dónde caminar, para llegar al
refugio, usted nos podría guiar?.
-Claro que sí,
yo nací en este pueblo, y se dónde queda el refugio, hay que caminar como 5
cuadras saliendo a la derecha, después dar vuelta a la izquierda en la plaza, después un par de
cuadras a la derecha, caminar por un camino de terracería 100 metros, cruzar al
puente de madera que atraviesa el rio y
empezar a subir la colina para llegar al alberge.
-Usted estar
loco, esa ser una travesía imposible en
esta obscuridad, si llevamos la lámpara de aceite, con el viento y la llovizna
inmediatamente nosotros quedar inmóviles a medio camino.
-Si
efectivamente es una idea descabellada e imposible, mejor nos quedaremos a
rezar todos y haber que pasa. Pero esperen….. se me ocurre una idea…. frente al
hotel vive Don Jacinto, un hombre ciego y maduro, en su juventud perdió la vista, y siempre se le ve caminando por todo el
pueblo, lo conoce como la palma de su mano,
lo hemos visto muy a menudo
caminar por las noches calurosas
de un lugar a otro para conservarse saludable y refrescarse un poco y
siempre llega con bien a su casa;
los domingos va a la iglesia que
está al otro lado de pueblo, y ayuda al
sacerdote de la parroquia a llevar víveres que el padre pide a la
comunidad católica, para llevarlos a los ancianos que ya no pueden caminar
hasta sus humildes chozas, que se
localizan muy cerca del albergue que les comento.
-Esto ser una
muy buena idea, pero usted creer que él
seguir en su casa en estos
momentos?
-Posiblemente
si, él vive solo, no tiene radio y creo
que no hay forma de que se haya enterado de la llegada del huracán, ahora mismo
iré a buscarlo con la lámpara de aceite.
Pasaron unos
minutos, y efectivamente el vigilante regresó con Don Jacinto, dispuesto a
ayudar a los extranjeros, e inmediatamente empezó a dar indicaciones.
-No debemos perder más tiempo, todos nos amarraremos a
esta soga por la cintura , yo iré al frente y caminaremos despacio, tengan confianza en ustedes mismos,
llegaremos bien, no se preocupen, este viaje yo lo hacía desde niño cuando
podía ver, y en mi juventud seguía subiendo a las colinas para disfrutar de los
amaneceres, y es una imagen que se me quedo muy
grabada en mi mente, les diré en dónde tenemos que dar vuelta a la
izquierda, en dónde a la derecha, en dónde hay escalones y cuantos tienen que
subir, en que momento cruzaremos el rio, se tienen que sujetar con las dos manos muy fuerte, y después
empezaremos a subir la colina, y una recomendación más les voy a dar: No caigan en la desesperación,
no quieran ver en la obscuridad, sería
mejor que cerraran los ojos, y empezaran a caminar muy lentamente, piensen que
están caminando por la ciudad más
hermosa que conozcan, iluminen su mente, iluminen su corazón, visualicen una
ciudad muy alumbrada, con calles llenas de tiendas con mucha gente feliz
caminado a su alrededor, vean el cine, el teatro, el restaurante que está lleno
de gente contenta, vayan tarareando una canción, si quieren platicar en el
transcurso del camino, qué es lo que
ustedes están viendo, será de mucha ayuda para los demás, esto será un viaje
mágico y milagroso, y al final llegaremos a un lugar hermoso que nunca habían imaginado. En lo alto de la colina nos
espera un verdadero paraíso, la naturaleza esta radiante; veremos el espectáculo más hermoso de la
vida, en muchas ocasiones yo salgo de madrugada de mi casa y subo hasta la
colina, y en un lugar muy especial me siento en
mi roca favorita, debajo de un árbol, a extasiarme de los colores que
los amaneceres me ofrecen; todavía los recuerdo y los imagino frente a mí y con
los ojos cerrados siento los primeros rayos del sol tocando
mis parpados, mis mejillas, mi cuerpo entero y una estela de luz invade
todo mi ser, y me imagino un sol brillante asomándose muy lentamente saliendo
de las profundidades del mar; sus aguas
en ese momento antes de ser azules, son de un color oscuro y poco a poco se van
convirtiendo en un azul fascinante poniéndose su collar hecho de olas blancas y
espumosas, provocando que el cielo sonría junto con sus Ángeles.
Y así subieron
cuesta arriba, sin darse cuenta, solo escuchaban la voz de Don Jacinto,
contándoles tantas anécdotas, tantas experiencias de vida, cómo pudo superar su
ceguera siendo tan joven, cómo fue víctima de la discriminación, cómo fue su
vida con tantas limitaciones, tratándolo mucha gente con desprecio y lástima, pero nunca se dio por
vencido, un día soñó que un Ángel le hablaba y le decía: Dios te ama y quiere
que vengas a hablar con Él, te espera mañana al amanecer en la colina, junto al
árbol que has adoptado, ve, no te
arrepentirás. Y así fue y Dios lo bendijo mucho por su paciencia, por su
nobleza y su amor por la gente, que
aunque lo ignoraban él no se detenía a
juzgar a nadie, solo quería ayudar a los más necesitados, porque pensaba: yo no
puedo ver, pero tengo mis piernas, fuertes y saludables, mis manos, mis oídos,
mi olfato, puedo comer de todo sin que me dañe y todo eso es una gran bendición
y es suficiente para ser feliz, no tengo riquezas terrenales, tengo riquezas en
mi corazón porque siento amor, siento paz, siento alegría, estoy muy saludable
y todo esto me hace un hombre pleno y feliz, en paz conmigo mismo y con todo lo
que me rodea.
Don Jacinto
mantuvo muy atentas y unidas a todas las personas que llevaba a la colina, que
cuando llegaron al refugio, le agradecieron mucho por haberlos salvado. Al
llegar al refugio inmediatamente les ofrecieron una taza de té caliente y se
sentaron a su alrededor, para seguir escuchando sus historias fascinantes
y esperar al alba para contemplar las
maravillas que prometió Don Jacinto que disfrutarían.
FIN.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario