Ver
para creer, ¿Quién me pronunció estas
falsas palabras?, que como tatuaje se grabaron en mi frente, y me cegaron por
muchos años de mi vida.
Tengo
cien millones de receptores en mis ojos para apreciar el amanecer más hermoso, de un sol rojizo que
se asoma a miles de kilómetros de distancia.
Tengo
la vista de un águila que a la distancia distingo un pequeño roedor, ó el poder contar los pétalos de una rosa, observar
los peces nadar por debajo de las aguas de un mar azul turquesa, disfrutar el
gracioso vuelo de una mariposa, un
colibrí, ó el hermoso aleteo de una libélula.
Pero
de repente se me nubla la vista por los miedos, rencores, envidias, y no veo a
mis padres, hermanos y amigos enfermos y necesitados.
El Universo me regala a cada momento,
paisajes multicolores para cualquier lado que miro, mientras mis
pupilas se deleitan y se asombran por el
juego de colores y luces que pintan las fotografías que se almacenan en mi
mente.
Y
de repente mis párpados pesados por mi flojera, y mi conformismo cierran el
telón de mis ojos, viviendo en una miope realidad entre tinieblas, días sin sol, y noches sin luna, ciego completamente a las manifestaciones diarias que Dios pone frente a mis ojos, y que mi indiferencia
ó apatía, me hacen pasar de largo soñoliento como zombi, como ciego, viviendo en
la oscuridad, olvidándome que somos seres de luz propia, para iluminar
nuestro camino, y el de los demás.
Estoy
tan ciego que no veo los errores que cometo a diario, día con día, una y otra
vez, y que me amargan la vida enfermándome.
Soy
tan terco que hasta mi cuerpo me reclama con dolor y sufrimiento, avisándome
que estoy abusando de mí mismo, con mis actitudes negativas, evitando desechar
todas esas cosas que envenenan e intoxican a mi organismo.
Me
tropiezo con la misma piedra una y otra
vez, chocando con la misma pared; mis torpezas no ven más allá de las mismas
respuestas sin soluciones visibles de mi
limitada percepción de las cosas.
Mis
ojos no ven otra salida, otra alternativa, y camino en círculo, sin brújula,
solamente con mi bastón de ciego, que solo conoce los mismos caminos aburridos
que me conducen a la apatía, donde nunca pasa nada provechoso.
Mis
ojos únicamente ven lo que quieren ver, se cierran a la única película que
conocen, y no le interesa ver más allá del horizonte de desafíos, de
esperanzas, de buscar nuevas aventuras, que me lleven a un mundo maravilloso de
milagros.
Mis
ojos se aferran a ver para creer, pero
no ven muchos sentimientos invisibles que existen y son tan reales como el amor de Dios, la ley de la gravedad, ó el amor; mi fe es nula, no creemos porque no vemos.
No
vemos el amor que pasa rozando nuestras narices, aunque nos despeine, aunque nos empuje.
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