La lucha
diaria por complacer a los padres,
familiares, y amigos, para pertenecerles.
La lucha
diaria para sobrevivir a las exigencias de la sociedad tecnológica y consumidora.
La lucha
diaria para entrar al círculo social, que impone normas y califica por lo que
se tiene.
La lucha
diaria para no caer en tentaciones, vicios y adicciones que destruyen.
La lucha de
tener que hacer lo que todo el mundo hace,
cuando no nos agrada hacerlo.
La lucha
diaria de todos contra todos, para ser de los mejores, para tener el mejor lugar
de todos.
La lucha diaria
contra el tráfico, contra el clima, contra eventos naturales que no se pueden
evitar.
La lucha
diaria con la pareja, hijos, padres, amigos, porque cada quien tiene opiniones
diferentes.
La lucha por
la herencia, por preferencias, por discriminaciones, por engaños y traiciones.
La lucha
diaria para conservar un cuerpo estético, esbelto, como lo vende la mercadotecnia.
La lucha
diaria contra la vejez, cirugías estéticas, cremas, suplementos y todo tipo de
aparatos.
La lucha
diaria por encontrar la felicidad, realizando tareas sacrificantes, dolorosas y
prolongadas.
La lucha
diaria por superar recuerdos, traumas, ofensas, odios del pasado, sin poder
perdonar.
La lucha
diaria contra la inseguridad, delincuencia, injusticia y contra la desconfianza
de la gente.
La lucha
diaria contra el más fuerte, el más poderoso, el estafador, el defraudador, el crítico, el abusivo.
La lucha diaria contra el ladrón, secuestrador, delincuente, violador,
asesino, contra la maldad.
La lucha diaria contra el victimario, contra la
maldad, contra la obscuridad, contra la injusticia, contra uno mismo, contra
cualquier cosa, es una lucha encarnada
que es muy difícil de ganar, y cuando se gana, se pierde algo de igual valor.
Cuando alguien está luchando contra algo o contra alguien siempre termina
debilitado, cediendo la energía y el poder al opresor. Cuando se le declara la
guerra a alguien o algo, se está creando el conflicto, se está aceptando la
existencia del problema entre una
víctima y victimario por un bien común, pero muchas veces el problema no
existe, ni el victimario, o somos nosotros mismos. El problema crece y se magnifica de acuerdo
con la atención, con la energía que se le aplica, con la fuerza que se luche es
como tomara dimensión el conflicto. En el ámbito espiritual hay un victimario
que es el que ofende, el que lastima, el que infunde terror, pero hay otro
victimario que es uno mismo, que es la propia víctima que está atrayendo
magnéticamente a su opresor. Inconscientemente está pidiendo a la vida un
maltratador para golpear sus complejos, fijaciones, debilidades o aquello que
más detesta, que más molesta aceptar de las personas y que esta presente en uno mismo. Si se deja de alimentar el conflicto con
pensamientos negativos, con revanchas, con maldiciones, si se deja de luchar contra el conflicto, desaparecerá en algún momento, porque
se ha tomado conciencia, porque se perdonan todas las partes involucradas,
porque ya no habrá motivos para la existencia de un victimario y una víctima; lo que era un problema era un simple error de percepción,
deja de luchar contra esa parte y simplemente amala, para que te amé, compruébalo
tú mismo, deja de luchar, deja de gastar
tu energía en la batalla, empieza a amar
a tu supuesto enemigo y veras que dejará
de atacar, serás libre, recuperaras tus energías y felicidad.
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