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domingo, 23 de noviembre de 2014

SER MANSOS Y HUMILDES DE CORAZÓN

Ser manso no significa ser débil, sino comportarse con bondad y gentileza.
Hay que aprender a no echarle la culpa al otro, primero ponte en el lugar del otro para poder ver la paja que hay en tu propio ojo.  Mateo 5:22 NO LE DES TERRENO AL DIABLO, NO DIGAS: ES QUE EL ME HIZO AQUELLO;  ES QUE MI ESPOSA DIJO;  ES QUE MI HERMANO LO TIENE QUE HACER. CON LO QUE DICES YA ESTAS DANDO LUGAR  A UN JUICIO PARA QUE EL DIABLO SE ENTROMETA.
Aquel  que posee  la virtud de la dulzura interior, es  quien no hace violencia alguna;  es el hombre virtuoso en el arte de vivir, el hombre gentil, cortes y  justo que perdona sin juicio alguno, y  por lo tanto no tiene enemigos ni victimarios que lo molesten, porque nunca ha dado motivos para crear discordia, sino  todo lo contrario, vive en la protección de la mano de Dios, vive en la abundancia de la buenaventura.
Efesios 4:1-4. “Yo pues preso en el Señor os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y MANSEDUMBRE, soportándoos los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la humildad del espíritu en el vínculo de la paz, un cuerpo y un Espíritu, como también fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación”.

Jesucristo no quiere que lo adoremos, Él quiere que lo imitemos, es el mejor ejemplo de vivir en la mansedumbre es  dar el paso hacia atrás cuando estamos a punto de querer luchar con la fuerza irracional de un animal embravecido, es controlar nuestro ser vengativo y colérico queriendo tomar la justicia por nuestra propia mano.  El ser manso y humilde es invitado en serenidad y mansedumbre a ser dueños de la realidad, de esa compleja realidad que somos nosotros mismos. Los mansos de corazón poseen la tierra, dice la Bienaventuranza, en realidad de la tierra de la que se habla es el concierto de nuestra más compleja realidad. Quien es dueño de sí mismo, es dueño de toda la realidad, quien sabe ser dueño de sus propios actos es capaz de ser señor de todo lo que rodea y la vida hace su voluntad.
El apóstol Pablo enseñó que la mansedumbre es uno de los frutos del Espíritu, por consiguiente, puede lograrse más fácilmente si “vivimos por el Espíritu”. Para vivir por el Espíritu, nuestro estilo de vida debe reflejar rectitud ante el Señor y ante nuestros hermanos.
Manso y humilde es el valiente que pone la otra mejilla ante su agresor y al final alcanzara la paz de cielo, cobarde es el que mata y viola los derechos de los demás, y al final alcanzara la guerra y el infierno. EL que goza de la mansedumbre se libera de toda esclavitud, y también libera al victimario que tenía preso en su vida, cuando consideraba que merecía un castigo, cuando veía en su pareja un agresor, cuando culpaba a su prójimo por sus desventuras.  En donde había un viejo odio ahora hay un nuevo amor, porque se ha perdonado, dejaron de existir los victimarios y victimas, no hay pecadores, tan solo seres que no sabían lo que hacían, ya lo dijo Jesucristo.
Mateo 11:28-30 »Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.  Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma, porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.  
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.…

Ser mansos y humildes de corazón, y el mundo se rendirá a sus pies, dominará al mundo y se ganará el cielo. La palabra nos dice en Cristo, “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”, porque  perdonó al que lo azotó, al que lo traiciono, al que lo crucifico, y al final ascendió al cielo.

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