Slider

viernes, 18 de julio de 2014

EL RACISTA


CUENTO PARA ADULTOS



EL RACISTA



-¡Taxi, Taxi!, Por favor al aeropuerto y deprisa porque voy atrasado. –Richard, una de tantas personas que por su posición economía, cree tener más derechos mejores  atenciones  y tratos, que la gente que no tiene el poder económico.
-No se preocupe señor, conozco varios atajos que nos permitirán llegar sin demora alguna, aunque haya demasiado tráfico.  En las noticias de esta  mañana pronosticaron buen clima en todo el país, afortunadamente ya pasaron los días friolentos, comentó,  ¿A dónde viaja usted?
-No acostumbro a platicar con gente extraña;  por favor únicamente conduzca y de prisa.
-Sí señor, usted disculpe. –Y el taxista se quedó callado pensando: - qué mal genio y  muchas cosas más.
Mientras que  Richard pensaba: -Este tipo que se cree, es un estúpido pobretón con aspecto de bonachón, qué flojera, con esos lentes y  qué feo empleo; espero que este mal momento pase rápido porque no me agrada viajar en autos que no sean de mi propiedad.
El taxista era un excelente conductor, una persona honrada y trabajadora que conocía a la perfección la ciudad y daba  un excelente  servicio a sus clientes.
Para poder llegar a tiempo al aeropuerto tuvo que cruzar por algunos barrios pobres para evitar el tráfico de las  grandes y principales avenidas. Se podían  ver mercados populares en plena calle, casas y departamentos en muy mal estado, escuelas viejas y descuidadas, deportivos llenos de grafitis  y   gente ociosa;  después pasaron por  un callejón donde se ejercía la prostitución y la venta de droga.
-¿Pero por qué me trajo por estos lugares tan repugnantes y asquerosos?, ¡Usted me quiere secuestrar?
-No mi señor, yo soy un hombre  trabajador  y honrado  que ama su trabajo. Y si lo traje por estas calles, es porque usted me pidió que lo llevara al aeropuerto lo más pronto posible porque  ya iba atrasado, y por este camino haremos la mitad del tiempo,  que si nos fuéramos por las avenidas principales.
- ¡¡Está bien, pero apresúrese para salir de este  inmundo barrio!!.
Nuevamente por la mente de Richard pasaron miles de pensamientos:  -  “Esto es espantoso, repugnante,  toda esta gente que vive  en estos lugares tan deprimentes debería  desaparecer de la faz de la tierra, y  nacer otro Hitler para exterminar a este tipo de gente, y solo viviéramos los blancos, refinados y con clase.  Odio ver personas pobres pidiendo limosna, odio a  toda la gente de  bajo nivel, con su mal gusto para  vestir, hablar, y comer, su música, su color de su piel. Tampoco  soporto ver gente homosexual,  ni gente  dedicada a la  prostitución, me dan  fobia, pero yo creo que no son personas normales, mas bien  son como cavernícolas.
Minutos después llegaron al aeropuerto como lo había prometido el taxista. Richard  miró su elegante  reloj  y se   sorprendió al ver la rapidez con  la que llegaron; bajo del taxi, pago la tarifa marcada por el taxímetro y  se marchó sin dar las gracias. El señor taxista lo miró y negando con la cabeza, lo vio  alejarse a toda prisa, enviándole bendiciones  a su  exigente cliente. Y pensó que si en otra ocasión lo volviera encontrar, lo llevaría por las avenidas principales por donde hay más tráfico, así podría cobrar mucho más,  que si lo lleva por los atajos de los barrios populares, - pero en fin… hice bien mi trabajo, pensó.
Al poco tiempo Richard  ya estaba a bordo del avión ocupando un lugar en la case turista,  porque su presupuesto no le permitía viajar en clase premier. Se asombró al  ver a una persona Indígena que caminaba por el pasillo del avión y se sentó exactamente al lado de Richard. En ese momento sintió morir, pensando cómo era posible que permitieran el acceso a esas personas. Deberían  reservarse el derecho de no admitir a  esa gente  de bajo nivel,  maloliente,  roñosa,  desagradable a la vista, deberían de hacerles un lugar en donde llevan el equipaje. Y antes de despegar armó tremendo  alboroto.
-Señorita azafata, podría ayudarme???
-Sí señor, ¿Estoy a sus órdenes dígame? –Preguntó  la sobrecargo:
-¿Qué no está usted  viendo?, estoy sentado al lado de una sucia Indígena.  No soporto estar sentado al lado de una persona sucia, repugnante e ignorante. ¿Podría llevarla a otro asiento? Esas fueron las frías y autoritarias   palabras  de Richard.
-Disculpe señor, pero yo  no veo que  esta persona esté sucia, y cómo sabe que   es ignorante?   déjeme decirle que  ella  pago el mismo  precio por su boleto,  que usted. Pero permítame comentarle al Capitán sobre su inconformidad.  Y la aeromoza  se dirigió hacia  la cabina del avión para hablar con su jefe sobre lo sucedido.
Minutos después llego la sobrecargo al lugar donde se encontraba Richard, pero esta vez dirigiéndose  a la mujer:
-“Señora, hay un lugar para usted  en  primera clase, si usted lo desea puedo cambiarla de lugar,  es más confortable, estará mas a gusto y los alimentos y bebidas son  mucho mejor, le daré un cobertor, una almohadita, un antifaz para que pueda  usted descansar  y no la moleste la luz, todo esto cortesía del Capitán.”  En esos momentos la señora temerosa,  tomo su humilde  equipaje de mano y se dirigió al frente del avión entre el aplauso y regocijo  de mucha gente que la animaba y  presencio lo sucedido.
Un par de horas después Richard  ya estaba en otro aeropuerto  y en otra ciudad  formado en una larga fila para conseguir un taxi  y  mucho tiempo después de una eterna  espera,   logró abordar  un  viejo taxi,  con un conductor negro para su mala suerte,  pues no le agradaban, y como ya había pasado bastante tiempo sin conseguir transporte, se vio obligado a abordar el taxi para ya no esperar más, e irse a descansar, después de tantas  horas de disgustos.
Y nunca se imaginó que ese sería el último taxi que él abordaría, pues el  taxista  lo llevó  a un barrio donde seria asaltado, y asesinado, por aquellos hombres  que él  más  despreciaba y odiaba en la vida.
Al llegar al cielo toco las puertas del paraíso, y un  Ángel  se  asomo por una ventanita  de la enorme puerta, y al verlo le sonrió y le dijo:
-Eres tu Filemón?  me dijo San Pedro que esperaras  afuera,  que en un momento saldría a recibirte.
-Yo no soy  Filemón,  soy Richard, y dile a tu jefe que se apresure, porque yo no tengo paciencia.
-Tu verdadero nombre es  Filemón,  eres de sangre indígena y te avergüenza,  por eso te cambiaste el nombre. –Fue la respuesta del Ángel que inmediatamente cerro la ventanita de la puerta.
Transcurrió mucho tiempo, y  Filemón seguía  a  la espera  de ser recibido en  el paraíso,  sin que se le pudiera atender,  pero grande  fue su sorpresa, al contemplar  que empezó a llegar más gente al cielo,  y que  inmediatamente eran recibidos sin ningún contratiempo. Primero llegaron unos asiáticos, después unos negros  y otros blancos, después unos homosexuales, también unos indígenas de tez morena, mucha gente humilde y de todas las clases sociales que habían vivido en el bien, y que entraban muy  agradecidos y felices  por llegar al paraíso, mientras que  Filemón seguía esperando  afuera del paraíso. Después de una larga espera, por fin San Pedro  salió para atender el caso de  Filemón.
-Perdóname hermano mío, es que llegó  un gran grupo  gente muy distinguida de diferentes clases sociales, razas y humildes de corazón,  y era de suma importancia  prepararles una excelente bienvenida, todos los coros de  Ángeles celestiales les dieron un  muy bonito recibimiento. -Fueron las palabras de San Pedro.
-¿Pero qué  tiene de especial  esa gente, que no tenga yo?  Fui un hombre  culto, estudioso, profesionista, de una buena posición social, por lo tanto exijo también tener esos  mismos  privilegios  y ser recibido como me merezco, pues todos somos hijos del mismo Dios.
-Efectivamente tienes mucha razón, aquí en el cielo todos somos hermanos del mismo padre, somos carne de la misma carne, de la misma sangre, todos somos los hijos  benditos de Dios,  somos herederos de su reino, nadie tiene más privilegios que otros, aquí no existen rangos ni clases sociales, ni color de piel, ni tendencias sexuales, para discriminar a nadie, aquí somos hermanos que nos amamos los unos a los otros.  Y  allá abajo en la tierra,  debería   ser lo mismo, todos fuimos  creados con el mismo amor del Padre, todos respiran del mismo oxígeno, y deben  aprender las enseñanzas de Dios:   “Amarse los unos a los otros como a sí mismos”. El que lleve a cabo las enseñanzas podrá entrar al paraíso, de lo contrario regresará  a la tierra a cumplir  con las enseñanzas, recibiendo  el mismo trato con el que se dirigió durante toda su vida hacia  sus semejantes, porque cada quien recibe lo que da, cada quien cosecha lo que siembra. Si discriminaste, maltrataste, ofendiste, ó  denigraste a tus hermanos,  ahora recibirás discriminación, maltratos y  ofensas, hasta que aprendas el mensaje del  Señor tu Dios, por lo tanto  Filemón,   tendrás que  regresar a  la tierra nuevamente,  pero ahora rencarnarás  en un  hombre negro  y pobre, o en un Indígena   de escasos recursos, o tal vez  en  un homosexual,  porque aquello que más odiabas, era aquello que más atraías a tu vida. ¿Entonces dime en que quieres rencarnar?  puedes elegir.


F I N .

1 comentario: